El esfuerzo de educar a través de la empatía

“¿No piensas como se está sintiendo el Hot Wheels? Ahí todo pisado, no ves el pobre, muy mal”. A veces cuando oigo como habla mi Mayor con el Peque pienso que me he pasado un poco en mi afán de que aprendiera a ponerse en el lugar de los demás y valorara sus sentimientos. Se convierte en un señor mayor redicho que repite frases de adulto y lo cierto es que no sé si lo ha acabado de comprender del todo.

Antes de quedarme embarazada no había leído mucho, más allá de lo que se estudia en la carrera, acerca de cómo tratar a los niños una vez los tienes en casa. Ya metida en faena me regalaron Bésame mucho de Carlos González. Fue estupendo para entender a esa extraña criatura que ahora vivía con nosotros, pero en la mayoría de las cosas nos hemos guiado por la intuición y el sentido común, intentando siempre hacerlo desde la empatía o, como dice la RAE, “la capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos”.

EMPATÍA. Es una palabra que se oye mucho cuando hablamos de educación y niños, de hecho estoy familiarizada con ella desde que estudié Pedagogía en las postrimerías de la década de los 90. Me parece sumamente útil y debería ser de obligada aplicación para todos los padres del mundo. Entendemos a nuestro hijo, sabemos cómo se siente y, por tanto, actuamos a partir de esa identificación, no a partir de lo que su comportamiento genera en nosotros.

Veámoslo con un ejemplo, porque lo que en teoría parece fácil no lo es tanto en la práctica. Tu hijo te ha tirado el plato de comida al suelo te resulta muy difícil empatizar y solo quieres pegarle un grito o echarte a llorar, es lo que te genera ese comportamiento. Pero ahora, respira hondo y ponte en su lugar. Puede haberlo hecho solo por ver qué pasa, porque está furioso y no sabe cómo expresarlo, porque quiere llamar la atención… Si actuamos a partir de ahí la cosa cambia. Es cuestión de práctica y de hacerle entender también a él qué es eso de la empatía, que entienda como te sientes con el guiso por el suelo y de esa compresión llegue el compromiso de no hacerlo más, no por temor al castigo sino por deseo de no herir a los demás.

A base de insistir vamos avanzando, poco a poco, haciendo que nuestros hijos comprendan que sus actos influyen en los demás y pueden tener consecuencias negativas, como que un amigo se ponga triste o que el papá se enfade. No es algo que llegue de un día para otro, primero tienen que entender y gestionar sus propios sentimientos, y ahí podemos ayudarles mucho. Preguntándoles por ejemplo: ¿estás enfadado porque no vamos al parque? ¿te pone contento que vayamos a leer un cuento? ¿estás triste porque la mamá se va a trabajar? De esta forma empiezan a reconocer lo que sienten y de ahí a saber identificarlo en los demás solo hay un paso. Si les damos valor a sus emociones ellos también lo harán.

Aplicar la empatía en nuestras relaciones y que tus hijos lo hagan también, no te asegura tener hijos modelo. Mis hijos siguen teniendo momentos en que los vendería al primero que pasara de lo mal que se portan, que entiendan que algo está mal no significa que vayan a dejar de hacerlo, está en su naturaleza poner a prueba los límites, pero al menos tienen conciencia de las consecuencias de sus actos en los demás, para bien y para mal.

Desde luego no es una tarea fácil, empatizar con tus hijos requiere paciencia, mucha, sobre todo cuando tienes un hijo intenso e insistente. Como explicaba aquí cuando hablaba de la gestión del consumismo, puedes intentar explicar, ponerte en su lugar, razonar, hacerle ver… pero si sigue con su letanía pedigüeña no queda más que la negación pura y simple. Es cierto, es más cómodo negar sin razonar y a veces dan ganas de ahorrarte ese tiempo que pasas “empatizando”, pero pienso que nunca es demasiado pronto para establecer una relación no basada en la superioridad de nuestro criterio sobre el suyo sin más, sino en el diálogo como eje conductor. Espero ir allanando así el camino para una adolescencia que preveo complicada…

La empatía por tanto no es un quita y pon, uno no dice: “hoy me siento empático pero mañana ordeno y mando”. Es una actitud a aplicar en toda nuestra vida y como tal hay que trabajarla, día a día. Es un ejercicio que puede resultar duro al principio, especialmente cuando nos hacen perder los nervios, pero si insistimos es la única manera de conseguir esa relación satisfactoria con nuestros hijos a la que todos aspiramos.

¿Cómo lo veis? ¿Qué tal lleváis el camino de la empatía?

11 comentarios en “El esfuerzo de educar a través de la empatía

  1. Puf, es más que difícil en algunos casos. Siempre intento actuar como dices, pero hay veces que sin quererlo se levanta el grito. Al segundo ya me he arrepentido y vuelvo a la empatía. Es difícil intentar reflexionar con un niño de poco más de un año, pero él entiende perfectamente lo que le digo y poco a poco va entendiendo. Ya comienza a sacar su carácter y no me parece mal, es su personalidad y hay que ponerse en su lugar. Muchas veces es lo que tú dices, llamar la atención. Sólo hay que tratar de entenderles. Me ha encantado tu entrada! Un beso guapa!

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  2. Con mi Peque por el momento todavía no he tenido que empatizar con el. Se que está investigando y aprendiendo… He tenido que empezar a trabajar mi paciencia y no desesperar con sus descubrimientos, rabietas, el tiempo que se toma para hacer algo (a veces me parece mucho, otras poco…), etc. Si consigo estar tranquilo me resulta más fácil calmarle y entenderle 🙂 .

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  3. Pingback: ¿Quién enseña a los padres a tener paciencia? |

  4. Empatía..ese bien escaso en la sociedad.
    Imprescindible para respetar, comprender, tolerar, incluir.
    El trabajar la empatía y conseguirlo (educando y dando el ejemplo), seguramente sea nuestra mayor aporte al mundo a través de las nuevas generaciones, para conseguir un respeto general a los seres, entorno, etc. y erradicar muchos males que cometemos los humanos justamente por no ponernos en el lugar de los demás.
    A reforzarla!
    Nos leemos

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