Maternidad estricta, maternidad permisiva… ¿Y la tercera vía?

La pasada semana hablaba sobre los derechos de los niños, como muchas veces son privados de ellos solo por su condición de menores. Por otro lado también me planteaba que para lograr este respeto a los niños en sociedad estos deberán saber comportarse en la misma, por ejemplo, dando besos por cortesía.

Todo esto me ha hecho concluir que en muchas ocasiones soy una madre estricta, en el sentido de poner las necesidades sociales o las mías propias por encima de las de mis hijos. Por ejemplo, quiero que vayan a mi lado por la calle, sin correr de un lado a otro, quiero que saluden y den las gracias, quiero que se sepan comportar en las tiendas o en los restaurantes. También quiero que se vayan a dormir a una hora decente, que no pinten las paredes o salten en el sofá. Todo esto no responde a sus necesidades como niños, va incluso en contra, responde a nuestra necesidad como padres de querer que aprendan que hay unas normas y unas formas de comportamiento que consideramos deben cumplir.

Y es que creo que en esta cruzada por dar a los niños el lugar que se merecen dentro de la sociedad y que no se vean ninguneados se nos ha ido un poco la mano y hemos pasado del verlo todo con los ojos del adulto a verlo todo con los ojos de niño. Nadie pone en duda que hay que responder a las necesidades del niño pero no creo que esto implique dejarle pintar las paredes porque se tiene que expresar, que salte en la cama porque tiene que moverse o dejarle que se duerma cuando quiera porque ya verá cuando tiene sueño. Tampoco entra aquí molestar a todas las mesas del restaurante en el que estás comiendo corriendo entre ellas o tirar los percheros de la tienda.

Como muchos me dijeron en los comentarios de Perdona, tu hijo me molesta, en la mayoría de ocasiones en que los niños molestan (y me refiero a molestar de verdad no a llorar porque tiene hambre o a reírse muy fuerte) el problema es de los padres. En esta cruzada por respetar al niño, intervenir lo mínimo y dejar que se exprese, nos olvidamos de que el respeto es una vía de doble sentido. Está muy bien enseñar al niño que tiene sus derechos pero no debemos olvidar las obligaciones, de lo contrario nos encontraremos con una generación de adultos exigentes, con las ideas claras pero con poca capacidad para ponerse en el lugar del otro y entender que ellos también tienen que poner de su parte.

Quizá penséis que donde dije digo digo Diego, pero no creo que querer que mis hijos sepan comportarse y cumplir las normas, dentro de su edad por supuesto, esté reñido con dejarles disfrutar de su infancia. De hecho soy la primera que les deja subir a lo más alto de la casita del parque o correr por el centro comercial, pero también les enseño a pedir las cosas por favor y sin gritar e insisto mucho en la empatía.

Así que me siento muchas veces entre esas dos grandes tendencias que hay ahora: la llamada crianza con apego y el método tradicional de actos y consecuencias. El trabajo por tanto no es fácil y si digo que me considero estricta es porque tengo unos límites claros, hay cosas que no paso y a veces actúo con el ordeno y mando. Tengo que recordarme que se les debe enseñar pero desde la paciencia, la empatía y la compresión (algo sumamente difícil en ocasiones). Para ello intento acoplarme a sus necesidades sin tener que ir todo el día de sargento. Por ejemplo, el pequeño va siempre corriendo pues le llevo la bici sin pedales y va mucho mejor. Los dos son nerviosos y no aguantan 20 minutos en la mesa, pues vamos a un restaurante adaptado o con terraza y parque. El peque no puede dormir solo, pues le hacemos un hueco en la cama. Y ante todo busco que no falte el sentido del humor.

Desde luego intentar que tus hijos acepten las normas y se porten bien mientras que no descuidas el tratarles con respeto y cuidando la parte emocional es para mí el trabajo más complicado, sobre todo ahora. Los bebés quedaron atrás y soy más consciente que nunca de que el niño de hoy va a ser el adulto de mañana y quiero un adulto con las mejores cualidades (quien no), lo malo es que eso depende de mí y como adulta no lo hago todo a la perfección precisamente. Intento poner lo mejor de mi parte y no errar mucho en el camino,  intento encontrar una tercera vía entre esas dos grandes tendencias que parecen haberse instalado en la actualidad. A veces creo que la tengo, pero en esto de la maternidad al final hay tantos caminos como personas, seguiremos en ello.

¿Cómo lo veis? ¿Os parece posible?

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