Cómo ir de boda con niños y no morir en el intento

El pasado finde fuimos de boda, ha sido la primera vez que íbamos los cuatro a un evento de este tipo y lo cierto es que me hacía mucha ilusión, recordaba una boda anterior  a la que fuimos solo con el mayor y lo pasamos genial. Y lo pasamos tan bien porque la premisa con la salimos de casa fue vamos a disfrutar.

Antes de ser madre cuando veía niños en una boda pensaba: “menudo tostón, estar pendientes de que se comporten, de que se mantengan medianamente limpios, de que no destrocen nada…” ¡Cuánto cambia el cuento cuando te toca! Vamos a ver, no estoy diciendo que al llegar los soltáramos cual fieras en un bufé libre de carne (aunque casi), lo cierto es que tampoco pusimos demasiadas normas.

Es verdad que los días previos habíamos hablado con ellos, les habíamos advertido que íbamos a una fiesta con mucha gente, les contamos en qué consistiría la ceremonia, cuando habría que estarse quieto, cómo pedir las cosas… De todas formas los niños tienen mucho más sentido común del que solemos pensar los adultos y si les dejamos nos sorprenden con su comportamiento.

El primer ejemplo fue la ceremonia, civil, de estas en las que habla hasta el amigo de la guardería. Reconozco que hubo momentos en que miraba a mis hijos a ver si se ponían pesados y me los tenía que llevar, hubiera sido una lástima… Pero no, estuvieron atentos, el pequeño de pie no perdía un detalle y aplaudía con entusiasmo cada intervención.

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La boda se realizó en una masía muy bonita a la que no faltaba detalle y en los jardines había rincones que hicieron las delicias de los niños. Cuando vi al pequeño transportando una vieja maleta de madera de un lado para otro, o cuando el mayor se dedicaba a llenar de piedrecitas un antiguo mueble no perdí los nervios, de hecho me di media vuelta, que se me escapaba el camarero con la bandeja de canapés, deliciosos por cierto.

La comida transcurrió sin incidentes, vigilando de reojo que comieran algo, aunque sin preocuparme en exceso, ya habían dado buena cuenta del jamón. Hubo incluso hechos sorprendentes como que el pequeño apareciera siempre con el helado entero (luego descubrí que se le caía, se lo recogían y le daban otro ¿lo tiraría adrede?)

La sobremesa la pasaron corriendo entre naranjos, no me podía creer que estuviera bailando una bachata con el señor de la casa como si no hubiera niños, todo era maravilloso. Pero claro no puede haber una buena historia sin su parte de drama…

A media tarde llegó corriendo el pequeño para informarnos de que su hermano se había caído al estanque, sí en pleno marzo, con un aire que helaba y recién salido de un gripazo malo. Allá estaba el afectado hecho un mar de lágrimas. Afortunadamente solo había sido de piernas para abajo y desafortunadamente yo no llevaba muda más que para el pequeño. ¿Sabéis eso de que ya es mayor y no hace falta salir de casa con una maleta? Pues no, no sé a qué edad tendré que dejar de salir de casa con la maleta.

BODA.jpgEl caso es que allí estábamos, en una masía preciosa, tan bien conseguida que no tenían ni secador eléctrico. Eso sí, había un gran fuego de leña en el que con ayuda del abuelo pusimos a orear pantalones, zapatos y calcetines mientras el Mayor aguantaba con los calcetines del Papá subidos hasta las rodillas.

Finalmente volvimos a la fiesta aunque ya con los ánimos menos festivos. A todo esto el peque cayó en los brazos de Morfeo viendo uno de esos videos súper chulos que preparan los amigos de los novios, chulo y por lo visto soporífero para mi hijo, que no despertó ni para coger el autobús del vuelta, así que los bailes se acabaron para el porteador Papá. Con el Mayor aún nos pegamos unos bailes, vigilando que no se bebiera todos los cubatas de color naranja que veía en la mesa porque quería Fanta…

Después de casi 12 horas desde que salimos de casa regresamos, cansados pero contentos. Quizá no seguimos el protocolo, quizá no está bien que los niños corran de acá para allá metiéndose donde no los llaman, quizá si hubiera estado más vigilante no hubiera habido percances acuáticos… Pero qué queréis que os diga, ponerse guapa, salir fuera a comer y pegar cuatro bailes no es algo que una haga muy a menudo desde que es madre, así que si hay que ir de boda se va, aunque sea con la maleta.

¿Qué tal vuestra experiencia en las bodas con niños? ¿Alguna anécdota reseñable?

 

 

 

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