¡Mamá no me agobies! Y tiene razón

Mi abuela, la gran artífice del nombre de este blog, decía otra de esas frases que se te graban en la memoria “vísteme despacio que tengo prisa”, de pequeña me hacía mucha gracia porque para mí no tenía mucho sentido. Ahora con los años ha adquirido gran significado y me sorprendo casi cada mañana repitiéndomela como un mantra cuando intento levantar a los niños y salir hacia el cole antes de que nos cierren la puerta.

La sabiduría popular nos lo lleva diciendo desde hace décadas: “la prisa es mala consejera”, “date prisa pero no corras”, “la prisa se tropieza con sus propios pies”, “la prisa mata al amor” y esta me gusta especialmente: “Nunca tengo prisa, no tengo tiempo”. Todo este tipo de perlas no hacen más que transmitir un mismo mensaje: la prisa no es buena, y añado, y mucho menos para los niños.

Mi toque de atención fue cuando mi hijo mayor respondió ante uno de mis requerimientos: “¡No me agobies!”. Me quedé clavada, lo primero que sentí fue indignación, “dónde va este mengajo de 5 años hablándome así”, pero seguí pensando y antes de responder me di cuenta de que tenía razón, le estaba agobiando con las prisas, mandándole cuatro cosas a la vez y sin darme cuenta de que para él ponerse los zapatos no es una tarea fácil. También me di cuenta de que él estaba haciendo lo mismo con su hermano pequeño, y este va a aprendiendo. Sin ir más lejos con tres años le dijo ayer a su padre todo indignado: «¡Déjame pensar!»

Nosotros somos adultos vamos corriendo a todos lados, sentimos a menudo que nos falta tiempo, que no llegamos, pero nuestros hijos, como niños que son, no tienen esas prisas. No venimos a este mundo programados para correr, todo lo contrario. Fijémonos en cualquier niño pequeño, es como si el mundo para él pasara a cámara lenta, todo es nuevo y todo merece que se le preste atención, aunque sea el vuelo de una mosca o una pelota que rebota una y otra vez. Esta laxitud del tiempo se va perdiendo con los años. Todo el mundo afirma que cuánto más mayor eres más deprisa pasa el tiempo, y es cierto, pero el tiempo es el que es, somos nosotros que lo vivimos más deprisa al ver que se nos escapa.

Como irremediablemente las prisas llegarán, ¿qué necesidad tenemos de transmitírselas ya a nuestros hijos? Porque, otra cosa no, pero meterles prisa es algo que hacemos desde que se levantan por la mañana. “Arriba, rápido que llegaremos tarde”, “corre vístete que no te da tiempo a desayunar”, “más deprisa con la leche”, “coge la chaqueta, ¡mira que eres lento!”. El mira que eres lento es especialmente doloroso ¿verdad?

¿Qué se consigue con esas prisas?  Varias cosas:

Estrés. De padres agobiados niños estresados. No es nada nuevo y la lógica nos dice que si achuchamos sin parar a nuestro hijo le vamos a crear un nivel de estrés que en nada favorece su desarrollo. Luego no nos extrañemos si nos suelta un “no me agobies” como el que me dijo a mi.

Ansiedad. Los niños, y si son pequeños más, solo quieren complacer a sus padres, ver que no lo consiguen, que no llegan a la rapidez que se les exige, genera en ellos un estado de ansiedad que dificulta su adecuado desarrollo emocional.

Baja autoestima. Si a ti te dicen constantemente que eres lento, que no llegas, en definitiva que no estás al nivel, al final te lo acabas por creer y eso poco a poco va minando la imagen que tienes de ti mismo.

Menos autonomía. También suele pasar que por acabar antes, decimos: “trae, ya te los pongo yo”, “yo te daré la leche que tú tardas mucho”, “deja que te ponga el cinturón que tú estas dos horas”. Pues eso, hagámoslo todo por ellos porque así acabamos antes, lo que no sé es si me dejarán ir a la universidad por ellos también…

Les privamos de su infancia. Los niños son niños y deben disfrutar sin que el tiempo sea lo que determine su vida. Respiremos hondo y dejemos que para ellos el reloj no sea más que esa cosa que los mayores miramos continuamente.

Es fácil de decir, lo difícil es llevarlo a cabo, yo lo sigo intentando y para ello hay algunas estrategias que intento aplicar.

Cambio de actitud. Pongámonos en su lugar, nosotros tenemos mil planes en la cabeza ellos solo piensan en que después de ese zapato aún le queda otro (uff!). Empaticemos con nuestros hijos empezando por el vocabulario, en lugar de “date prisa” probemos con: “¿Cómo vas? ¡Qué bien ya te has puesto uno!”

Pon antes el despertador. Como el tiempo no llega adelantémoslo. En mi caso en lugar de dejarles dormir 15 minutos más los despierto 10 minutos antes, y es todo un mundo. Nos lo tomamos con más calma y ellos van actuando con autonomía, saben lo que tienen que hacer sin que se lo repita constantemente.

Marcar pautas. Para ello hemos creado unas rutinas que les ayudan también a organizarse. Levantarse, ir al baño, vestirse y desayunar, si queda tiempo rato de tele o de juego. Por la noche igual. Saber con antelación que toca en cada momento evita ir corriendo con prisas. Si están jugando no digo “corriendo al baño”, es mejor: “en 10 minutos (o un capítulo de la patrulla canina para que me entiendan) toca ir al baño”.

Reorganiza la agenda. La tenemos más que organizada pero quizá podamos revisarla bajo su punto de vista. Recalculemos el tiempo de llegar a la extraescolar pero según su paso no el nuestro, o incluso repensemos si son necesarias todas las extraescolares, especialmente las que nos hacen ir de cabeza.

Flexibilidad. Hay que intentarlo, por ellos, el tiempo está a nuestra disposición, no podemos hacer que aumente o disminuya, pero sí estar esos 10 minutos contándole un cuento en lugar de planchando la camisa, hagámoslo mientras descansan. Aquí tendríamos que hablar de la famosa conciliación, porque esto también es conciliar. Encontrar ese punto intermedio con ellos, sin meterles prisa, sin agobiarles, dejándoles pensar. Y, de paso, dándonos un poco de cuerda a nosotros también, que nos la merecemos.

Y para completar la lectura aquí os dejo un artículo que leí hace ya un par de años hace pero que me encantó.

El día que dejé de decir date prisa

¿Qué os parece? ¿Cómo lleváis lo de las prisas?

3 comentarios en “¡Mamá no me agobies! Y tiene razón

  1. Me siento muy identificada. Mi mantra de todos los días es: ¡venga, venga! cuando veo que lleva su ritmo y no llegamos.
    El artículo que has puesto tambien lo leí hace tiempo y tambien me abrió un poco los ojos.
    Siempre nos levantamos con tiempo de sobra, pero se encanta con cualquier cosa. A veces intento recordar ese artículo y darle su tiempo, pero otras siento que la agobio con mis prisas.
    Voy a intentar empezar todo un poco antes para no tener que achucharle.

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