¿Por qué los llevo a la piscina?

Es la pregunta que me hago cada miércoles de la semana, cuando consigo llegar a la piscina arrastrando la maletita con todo el equipaje y a los dos nadadores tras un camino de 15 minutos intentando, con canciones y veo-veo, que el pequeño no eche a correr a las primeras de cambio y que el mayor no se quede atrás saltando alcantarillas. Y eso no es más que el principio, una vez dentro del centro deportivo comienza la verdadera odisea.

Lucha por la taquilla. Lo primero es ubicarse, llegas y con la visión rayos láser localizas la taquilla vacía entre un maremágnum de madres intentando colocar el neopreno a unos hijos que disfrutan corriendo como Dios los trajo al mundo. Una vez localizada, (“perdón, me dejas es que voy a esta”) colocas todo dentro, metes la monedita y ¡premio! Te ha tocado la que no funciona. Vuelta a empezar.

Vísteme despacio que tengo prisa. Ahora sí, estamos ubicados, comienza la operación quítate la ropa que llegamos tarde. Mientras te ocupas del pequeño, das por sentado que el mayor ya puede avanzar solo. Error, tienes que recordarle que se tiene que quitar las zapatillas antes que los pantalones e intentar que no pise descalzo por un suelo que es la madre patria de todos los hongos del mundo. Neopreno enfundado después de varios saltos, gorros puestos, “¿vamos?” Y llega la temida respuesta “tengo pis”. Vuelta a empezar.

45 minutos de “descanso”. Llega la hora de irse al agua, ese momento en que las madres nos sentamos en la grada a ver como los pipiolos tragan agua a mares mientras intentas mantener una conversación sin fenecer porque, una vez más, se te ha olvidado el calor infernal de la piscina y llevas el suéter de lana. A la vez sufres porque el pequeño lleva más de un mes viniendo a la piscina y sigue llorando a mares, supongo que para compensar el agua que se traga.

Se acerca la temida hora de la ducha. Sin duda este es el momento que se lleva la palma, conforme se acerca la hora el nerviosismo empieza a apoderarse del ambiente. Esa pierna que se mueve inquieta, ese atisbo de “me levanto ya”… Y es que pillar ducha a la primera es importante para evitar una cola que incrementa el riesgo de neumonía cada minuto que pasa. La cola además tiene otros riesgos, y es que (seguramente por el efecto del agua tragada) los esfínteres se relajan más de la cuenta y hay que vigilar no encontrarse un “regalito” en el camino. ¿No hay también multas para las mamás que no recogen las cacas de sus retoños? Otra cosa que te puede pasar es que te riegue el pie algún niño gracioso con su manguerita, ante las risas de su madre. “Solo es pipí”, si claro, pues que te limpie a ti los pies.

¿Ducha o spa? Cuando llegas por fin a la ducha y después de encontrar el punto intermedio entre el agua helada e hirviendo guiada por los gritos de tu hijo, le enjabonas el pelo, (el cuerpo ya se limpia con lo que cae) e intentas salir antes de que tu ropa quede completamente empapada. Mientras, te sorprendes de cómo esa madre puede llevar 10 minutos ocupando la ducha con una ristra interminable de productos para el pelo de su niña que se frota impasible ante los niños que tiritan en la cola (¿otra multa?)

Casi hemos acabado. Ya queda poco, solo queda buscar un hueco donde plantar al niño para secarlo y vestirlo y a ser posible que no quede lejos del enchufe del secador (al final has optado por llevártelo porque de los cuatro del vestuario solo funciona uno a ratos). Cuando acabas con la tarea la que está para irse a la piscina, de cabeza y para no salir en un rato, eres tú. Pero lo has conseguido, tus hijos han ido una semana más a practicar uno de los deportes más completos que hay, de riesgo para las madres añadiría yo. Solo queda volver a casa, cargada con la misma maleta (llena de ropa mojada) y con dos niños cansados pero con las suficientes fuerzas para repetirlo una y otra vez mientras te piden que los lleves a brazos.

niñospiscina

Y después de esto volvemos la semana que viene, pues sí, soy masoca que le vamos a hacer. Pese a la pereza que da, estoy realmente convencida de que es el mejor deporte para ellos. Yo misma he nadado durante años y no puedo negar sus beneficios:

  • Desarrolla todos los grupos musculares.
  • Mejora el funcionamiento del sistema circulatorio y cardiovascular.
  • Incrementa la flexibilidad, coordinación y agilidad.
  • Favorece las relaciones interpersonales y mejora la seguridad del niño.

Me los sé casi de memoria ya que tengo que repetírmelos cada semana. De todas formas si esto no es suficiente os ofrezco, por último, una serie de recomendaciones para sobrevivir a este momento.

Cámbialos en casa, en el coche, en la calle si no hace frío. Desde que los cambio en casa he ganado en tiempo y en bienestar mental. Eso sí, van los pobres cociditos con el neopreno todo el camino, pero oye estamos en invierno ¿no? Tampoco hay que olvidarse de llevarlos al baño antes.

Que no se te olviden los shorts y los tirantes. Aunque haya que llevar algo de peso más, vale la pena, por lo menos pasarás el rato a gusto y no acabarás con la ropa empapada después del baño.

Instruye a tu hijo. Si no quieres ser la última en la cola puedes decirle a tu hijo que lo esperas en la ducha y vas haciendo camino.

Vigila por donde pisas y paciencia. Como cada uno es como es, y no vamos a ponernos a discutir cada semana, ármate de paciencia. Seguro que ya tienes fichadas a las mamás que se recrean en la ducha o a las que se ríen de las gracias miccitorias de sus hijos. Evítalas, vivirás más feliz.

Tómatelo con calma. Vale que la piscina no es el mejor lugar para enseñar a tu hijo a ponerse los calcetines, solo queremos acabar rápido y salir de ahí cuanto antes. Pero si respiras hondo y te tomas el momento vestuario con calma, seguramente acabarás antes que si vas como loca buscando unos calzoncillos que ya lleva puestos.

Busca ayuda. Si vas con más de un niño recomiendo encarecidamente que te busques a alguien, aunque sea el vecino. En mi caso Papá viene justo a tiempo de encargarse de la ducha de uno y de llevarnos de vuelta en la comodidad del coche.

Si no tienes a nadie, piensa que el esfuerzo valdrá la pena y que ya queda menos para que se vayan solos a la piscina y tú te puedas quedar en casa leyendo un libro, viendo la tele o durmiendo todo el sueño acumulado de años.

Y vosotros, ¿lleváis a vuestros hijos a nadar? ¿Qué tal es vuestra experiencia?

 

 

 

 

2 comentarios en “¿Por qué los llevo a la piscina?

  1. Bonito monologo!!! Leo Harlem te lo compra!!! Pero es cierto todo lo que dices. La vida en el vestuario es la jungla! Te falta añadir que llegas y siempre te has dejado algo en el vestuario (o el gorro, o el bañador, o una zapatilla o el bote del champú) y vuelves a la semana siguiente, preguntes por aquello que te dejaste. Te abren un cuarto con olor a humedad y de una caja de cartón, con infinidad de objetos de lo mas variopintos y olvidades, aparece aquella chancleta olvidada.

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