¿Por qué no has sacado un 10?

Leía no hace mucho que las hijas de madres exigentes son más exitosas y no pude por menos que acordarme de la mía (¡hola mamá!). Realmente no considero que mi madre fuera especialmente exigente, simplemente tenía confianza ciega en que éramos las más listas del mundo y el sobresaliente era una obviedad. Si le decías que habías sacado un 9 preguntaba ¿y por qué no un 10? No recriminando, sino preguntando de verdad, dando por hecho que el 10 estaba al alcance de mi mano.

Debo de decir que esta actitud me repateaba bastante. ¿Es que no basta con las notas que saco? Es lo máximo a lo que llego… ¿o no? Esa duda estaba siempre planeando y por tanto acababa haciendo un esfuerzo mayor. Seguramente hubiera podido hacer más incluso pero esa rebeldía adolescente, ese ir en contra del 10 esperado, lo impedía.

El caso es que no me fue mal en los estudios y echando la vista atrás no me puedo quejar de los logros conseguidos, pero desde bien joven me plantee no ser  igual con los hijos que algún día tuviera. No habría presiones ni altas expectativas, no les condicionaría el camino hacia unas enseñanzas u otras  y dejaría que desarrollaran su propio potencial (JA JA JA). ¡Qué bonito queda así dicho!  Y de repente me escucho diciendo a mi hijo que acaba de iniciar primaria: “Si vas a sacar un 10, ¡eres el más listo de todos!” Toma presión, expectativas y todo lo demás.

Cómo cambia el cuento cuando eres la madre y no el hijo. Para mí, mi hijo es perfectamente capaz de conseguir ese 10 y, como supongo que hacía mi madre, solo pretendo dotarlo de la confianza  para lograrlo. El problema es que él puede ver el listón muy alto y sentir miedo a decepcionarme, por tanto esa confianza se queda en nada.

Así que estoy tratando de suavizar el discurso. Lo primero quitando importancia a los exámenes.  A ver, que no me maten los defensores de estas pruebas, pero creo que después de haber sufrido un cambio tan drástico como es el paso de infantil a primaria solo falta añadirle el examen como presión. Ya le está costando bastante adaptarse a los nuevos ritmos de trabajo como para añadir más elementos. Y aun así la presión está. Ha tenido exámenes viernes, lunes, miércoles y viernes. Lengua, ciencias, mates e inglés. ¿Es esto necesario a poco más de un mes de empezar las clases? Pues seguramente, dado el modelo educativo en el que estamos y lo que les va a exigir en el futuro.

Podríamos hablar de la necesidad de cambiar el sistema, la necesidad de que una prueba no determine el futuro ni marque a un niño en un sentido u otro, la necesidad de valorar otras capacidades que van más allá de saber responder un cuestionario. Podríamos y deberíamos intentar que cambiaran las cosas, pero hoy por hoy hay que lidiar con lo que tenemos y eso son exámenes. Así que, dejando a un lado el  debate educativo, la cuestión es que no quiero que se agobie con ellos pero tampoco que se los tome a la ligera. Todo un reto ¿eh? Por ahora lo lleva bien, me dice “es fácil, son como fichas” y yo me mantengo en una actitud de confianza relativa “tú solo tienes que hacer lo que sabes, si te sale bien mejor y si no te lo sabes lo repasamos”.

No es sencillo ya que en esta sociedad competitiva queremos que nuestros hijos sean los mejores. Temblando estoy cuando salgan las notas y empiecen las comparaciones entre lo que han sacado unos y otros, empezando por los padres por supuesto, principales impulsores de esta “sana” competitividad. “Si Pedro ha sacado un 7 tú puedes sacar un 8 que eres más listo”, “Mi Juan ha sacado un 9 en lengua y un 5 en mates, claro no le dio la gana estudiar porque puede de sobra…” y así podríamos citar mil y un comentarios más.

Estamos ya en la liga de los mayores, hemos dejado atrás los algodones de Infantil y nos enfrentamos a las asperezas de Primaria, los exámenes han llegado a su vida para quedarse por muuuuchos años (que me lo digan a mí…) así que será mejor que empecemos a preguntarnos como lo vamos a gestionar.  ¿Aplicamos esa exigencia que les puede hacer esforzarse más? ¿Somos laxos y confiamos en sus capacidades?  Como siempre creo que la clave está en el punto medio, ¡lo difícil es encontrarlo! Por lo pronto voy a fijarme bien en mi hijo, conocerlo, comprenderlo y saber el “hasta donde”, al fin y al cabo son ellos los que tienen las claves.

¿Qué os parece, también estáis de exámenes? ¿Y qué tal las comparaciones, alguna super frase de padres a añadir?

4 comentarios en “¿Por qué no has sacado un 10?

  1. Por supuesto y como ya sabes, mi niña tiene los mismos exámenes.
    Cuando vi el primer aviso de examen pensé: ¿yaaaa? Pero luego me acordé que hace unas semanas ya hicieron un examen y no se avisó y todos tan tranquilos.
    Creo que a estas edades, un examen no tiene la importancia que nosotros le damos. Lo asociamos con esos exámenes complicados que solo se superan si has hincado codos, pero como bien dice tu hijo, es como hacer fichas.
    Ellos aún no conocen la presión de jugarte un tercio de la asignatura en esa prueba.
    En cuanto vi que tenía que estudiar me limité a repasar lo que habían hecho y hacer hincapié en sus fallos, pero ¿meterle presión y exigirle? No hace falta, ella ya se exige bastante como para que vaya yo detrás.
    Como todo, creo que hay niños y niños. Yo me he sorprendido de lo relajado que me lo he tomado. Veremos si el sistema funciona cuando lleguen las notas.

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    • No te preocupes por las notas, si van a sacar todos un diez… jajajaja!!
      Pues eso, como dices no es necesario que les metamos presión, aunque en mi caso si que intento que no se lo tome a la ligera, poco a poco intento que centre su atención, que se despista con una mosca!
      Besossss

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  2. No sé, bajo mi humilde opinión me parece muy temprano para ponerles exámenes en primero de primaria. El paso de prinari a Infantil no debería ser tan brusco. La evaluación es continua y global y no hace falta ponerles «examenes» o al menos llamarlos así en edades tan tempranas. Ya habrá tiempo.

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