Spinning, de la pasión al abandono

El spinning es una de esas modalidades que empecé a practicar con ganas, admito sus beneficios pero debo decir que hoy he acabado renegando de él.

Hará unos doce años se cruzó en mi camino algo llamado spinning y como la vida manda, a por ello que fui. No es que yo sea una apasionada de la bici, aprendí a montar casi con diez años y después mi relación se limitó a poner la vuelta ciclista para dormir la siesta después del instituto, pero me atrajo el ímpetu y las ganas que veía en sus practicantes.

Cuando empecé con él estaba entusiasmada. Las clases eran como cuando iba de jovencita a la disco de tarde: todo oscuro, con la música a toda pastilla, y un DJ (léase monitor) que nos animaba y acabábamos sudando. El esfuerzo es considerable pero al acabar la clase te sentías satisfecha (y con un dolor de trasero como no he tenido nunca los primeros días).

Es una disciplina que trabaja el cardio, es muy activa y permite en poco tiempo (las sesiones suelen durar unos 50 minutos) quemar muchas calorías. El trabajo incide en piernas y glúteos, con lo que se tonifican y fortalecen, aunque se trabaja todo el cuerpo. Su práctica aumenta también la resistencia cardiovascular, nos sentimos más fuertes y con más energía. Y destacaría también su poder para liberarnos del estrés. En esto tiene mucho que ver  el monitor, normalmente se pasan la clase animando, insistiendo en que haya más esfuerzo con lo que te olvidas del mundo y sólo  te concentras en pedalear.

clase spinning 2

Todo parecen ventajas ¿verdad? Entonces ¿porqué he renegado de él? Pues es simple, me cansé. Debo admitir que noté grandes mejorías físicas, pero me di cuenta de que es un amante muy exigente. Para mí el ciclismo es de los deportes más duros que hay, es cierto que el spinning se adapta al usuario, la bici se regula en función de tu fuerza y resistencia pero cuando más lo prácticas más te exiges y cada clase se convierte en una pequeña tortura.

Cuando eso me pasó decidí que yo hacía deporte para estar en forma sí, pero también para divertirme. Me lo pasaba bien, la música y el monitor eran lo más, el problema era que la bici requería ya un nivel de esfuerzo que sobrepasaba mis objetivos, así que cuando el gimnasio cerró decidí que ahí terminaba mi aventura.

Me gustaría aportar alguna desventaja que justifique mi renuncia, aunque la verdad es que no hay muchas. Hay que tener cuidado con la posición en la bici para no sobrecargar la espalda y el cuello, y las personas con problemas en las rodillas deben tener especial precaución, pero fuera de eso lo puede practicar cualquiera.

Recientemente volví a una clase, a ver si le cogía el gustillo de nuevo, no cuajó. Me lo tomé con calma siguiendo un ritmo constante, pero qué queréis, así la cosa no tiene gracia, ¿si no avanzamos para qué? Así que por ahora la bici sigue aparcada, igual cuando mis hijos sean más mayores y me toque ir corriendo detrás de sus bicis recupere el hábito.

Y vosotros ¿habéis practicado spinning alguna vez? ¿cuál ha sido vuestra experiencia?

4 comentarios en “Spinning, de la pasión al abandono

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